9 noviembre 1992 - 27 de septiembre 2020

 
Y por momentos sublimes encuentro pequeños sobresaltos de tu presencia. Y mi alma se llena de gotas de alegría sabiendo que estamos juntas por lo eterno de nuestros espiritus.
— Rocio Villanueva
 

En esas imágenes que conservo vuelvo a vivir todos esos instantes de fortuna del pasado.  Nada puede tocar, ni manchar esos momentos de felicidad vividos: ni el tiempo, ni la miseria del presente, ni lo que esté por delante.

Lo que guardamos como un tesoro en el baúl de los recuerdos sagrados, siempre estarán allí, intactos,  impecables, verdaderos en ti y en mi eternamente.

 
 

Hoy  se cumplen 2 años de tu muerte. 

Este tiempo ha sido una tormenta perpetua. 

Todo mi ser, toda mi esencia ha cambiado total y radicalmente.

Nunca pude imaginar que pudiera vivir algo tan terriblemente doloroso.

 

Como una maldición, mi corazón se parte en mil pedazos y yo debo armarme de valor para recogerlos y ponerlos cada día de nuevo en su lugar.

 

Con tu muerte, parte de mí también murió.  

 

La tristeza de mi mirada y las lágrimas de mi alma, nunca desaparecerán.  Y el dolor de ya no tenerte permanecerá en mí, como en el primer instante de tu partida.

 

Mi cuerpo y mi alma duelen, como si pequeñas lanzas me atravezaran constantemente. Busco paliativos para ese dolor que no puedo soltar, porque se ha enraizado en lo más profundo de mí.  Yo sé que hasta mi último suspiro, siempre tendré ese vacío en el pecho que nadie llenará.

 

Mas de mil veces le he preguntado al cielo por qué tuviste que irte, cuando habías conseguido tu felicidad completa. 

 

Es difícil entender todo lo que sucedió, pero poco a poco y con la ayuda de muchas personas y con profundizar dentro de mi propia espiritualidad he comprendido que tu partida ya estaba tatuada en el sendero de tu vida. 

 

Que nuestra vida juntas fue una bendita coincidencia para que nuestras almas se unieran y nos amaramos por siempre. 

 

Que tú me escogiste para ser tu madre y eso ha sido la mayor dicha que he tenido en mi vida.

 

Que tu recuerdo anidará por siempre en mi alma, en ausencia presente y en presencia ausente. 

 

Que tu esencia por siempre me impregnará, me envolverá y me cobijará.

 

Te veré, te sentiré, en nuestros recuerdos, en cada memoria de cada beso, de cada abrazo, en los atardeceres, en los destellos de luz, en el aroma a vainilla, en la música, en las fotos, en mi arte, en mis sueños, en mi tormento, en mi paz.

 

Tu vivirás en mí, y yo en ti. Hasta que en un futuro cercano nos volvamos a ver.

Guatemala, 27 de septiembre 2022