EL MURO

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La vida es un movimiento constante de relaciones y conductas entre los seres humanos, ya sea de manera íntima o con extraños. Si examinamos nuestra actuar y nuestras relaciones con otras personas, veremos que es un proceso de aislamiento. Nos relacionamos con otros, solo si esto nos gratifica o nos brinda algo a nuestra existencia.

Las personas a través del tiempo hemos construido imágenes, ya sea religiosas, políticas o personales, como muros de seguridad. Que se han manifestado a lo largo del tiempo en forma de símbolos, ideas y creencias. Llevar esta carga de imágenes que dominan el modo de pensar, las relaciones y la vida cotidiana, son las causas de los problemas en los vínculos interpersonales que nos separan y nos aíslan a un hombre de otro. 

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Desde la niñez, un factor determinante en nuestras vidas es no ser lastimados o heridos por los demás, por una palabra, por un gesto, por una mirada o por alguna experiencia. ¿Por qué nos sentimos lastimados? Acaso es, porque somos seres sensibles o es porque tenemos una imagen de nosotros mismos que debe ser protegida, que consideramos importante para nuestra propia existencia sin la cual estamos perdidos, confundidos. Si se es emotivo, se tenderá a aislarse en sí mismo y se construirá un muro a su alrededor para no ser afectado. Estas barreras de resistencia se forman de la autocompasión, del temor al dolor. 

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El construir estos muros alrededor a uno mismo involucra la pérdida del espacio y de la luz interior. Si el recuerdo de la ofensa continúa y se le añaden recuerdos frescos de otros agravios, estas barreras se hacen cada vez más fuertes y altas, por lo que el espacio y la luz se torna más pequeña y oscura; lo que hace que aumente la desdicha e incremente la autocompasión y la amargura. Si vemos claramente el peligro de esto, y su inutilidad, entonces esos recuerdos del pasado se marchitarán.  

Por lo tanto, la manera de borrar las heridas del pasado y evitar las futuras, no es mediante de la construcción de muros, si no que escuchando y prestando atención, sin ver el centro de la crítica del otro, el insulto, la ira o el prejuicio. Lo importante es derribar esas murallas dentro de nuestra cabeza, para no volvernos en personas frías, con el corazón duro y con poca razón. Hay que aprender a dar sin esperar recibir; a controlar las emociones sin reprimirlas. Lo más importante, es que nos demos valor a nosotros mismos, que sepamos quienes somos y a dónde vamos. Solo de esta manera podremos derribar los límites invisibles que hemos creado en nuestro interior.  

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Esta serie representa esos muros internos, invisibles y que hemos construido a nuestro alrededor con la idea de protegernos del dolor; para no ser lastimado.  Los muros nos convierten en estatuas de piedra, frías y sin sentimientos en las cuales muchas de las veces nos refugiamos con el pensamiento de que dentro de ellas estaremos seguros. Pero no nos damos cuenta de que en lugar de protegernos nos estamos aislando tanto del mundo exterior como de nosotros mismos.